¿Cómo podríamos fabricar nuevos snacks a partir de subproductos? ¿Es posible incorporar nuevos ingredientes funcionales a la leche? ¿Podemos crear bebidas personalizadas in situ? ¿Hay soluciones de trazabilidad para garantizar el bienestar animal? ¿Cómo crear nuevos modelos de distribución colaborativa en procesos logísticos? ¿Qué nuevas vías de interacción con el consumidor podemos poner en marcha…? Estos son algunos de los 32 retos que Tech Transfer Agrifood, y el grupo de industriales del sector alimentario que forman parte de esta plataforma de inversión, han puesto sobre la mesa con el objetivo de encontrar soluciones innovadoras con alto impacto en la cadena alimentaria.
Tech Transfer Agrifood es el primer fondo de capital riesgo en España especializado en el sector agroalimentario orientado a resolver demandas específicas de la industria alimentaria, conectándolas con la oferta tecnológica. Y ya va por su segunda convocatoria (abierta hasta el 30 de septiembre) en la que busca propuestas procedentes de emprendedores, startups, EBT’s y centros de excelencia en agroalimentación.
Tech Transfer Agrifood es el primer fondo especializado en el sector agroalimentario orientado a demanda
Los proyectos seleccionados -en fase de prueba de concepto o ronda seed- recibirán apoyo para validar su tecnología, inversión para desarrollar la prueba de concepto, y cooperación de industrias alimentarias para realizar pilotos en entorno real. El fondo cuenta con $14’4 millones que espera aumentar hasta 20-25 millones en 2021. Tech Transfer Agrifood cuenta con una amplia red centros de investigación como CSIC, CNTA, AINIA, Eurecat o la Universidad Politécnica de Valencia, entre otros, con los que colabora buscando soluciones a las demandas de la industria.
Hablamos con su director, Pedro de Álava, sobre estos retos, las ventajas que aporta un fondo orientado a demanda como Tech Transfer Agrifood, y su visión sobre la innovación en el sector agroalimentario español.
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¿Cómo surge Tech Transfer Agrifood?
El proyecto surge dentro de Clave Capital, entidad de capital riesgo que gestiona 11 fondos y 4 sociedades, y donde trabajamos con fondos de transferencia de tecnología con universidades o centros tecnológicos. En estos casos, se trata fundamentalmente de fondos de oferta, es decir, nos encargamos de identificar conocimiento de alto impacto y les apoyamos para llegar al mercado. Pero nos dimos cuenta de que el camino en esa dirección se podía todavía optimizar, que hay un desajuste entre el estadio y el conocimiento que la universidad genera y lo que demanda la empresa.
Nuestro papel es validar su funcionamiento y las características que aporta y acercar el desarrollo a escala industrial.
Así que nos planteamos cómo podíamos resolver ese desfase, y que la transferencia de conocimiento fuera más rápida. La solución es recorrer el camino en dirección inversa, crear un fondo de demanda, es decir, identificar retos reales de la industria y a partir de ahí, buscar la tecnología o la solución que tenga potencial real para resolverlos. Nuestro papel es validar su funcionamiento y las características que aporta y acercar el desarrollo a escala industrial. Para esta validación contamos con el apoyo de agentes especializados que cuentan con los medios (salas blancas, laboratorios) y personal especializado como CSIC, Universidades y centros tecnológicos. Este modelo nos permite ser eficientes apoyándonos en las capacidades de investigación actuales.
¿Con qué capital cuenta?
Actualmente, 14’2 millones, que serán 15 a final de año gracias al apoyo del ICO. Nuestro objetivo es alcanzar entre 20 y 25 en 2021 con al apoyo de inversores internacionales, una vez hemos probado que el modelo funciona en la industria alimentaria.
¿En qué se diferencia de otros fondos de inversión especializados en agrifoodtech?
Creo que el principal factor diferencial es que trabajamos bajo demanda. Buscamos soluciones para las que ya tenemos clientes potenciales dispuestos a invertir en desarrollarlas y probarlas en un entorno real. Los inversores son los propios validadores de la tecnología y, por tanto, los primeros clientes. Eso aporta mucho valor al emprendedor. Y también al industrial, ya que le permite adelantarse en su sector.
El principal factor diferencial es que trabajamos bajo demanda, buscamos soluciones para las que ya tenemos clientes
¿Cuáles son retos de esta convocatoria?
En esta nueva convocatoria hemos seleccionado 38 retos. Algunos son muy verticales y específicos de industrias concretas (lácteas, cerveza, verduras, frutos secos…) y otros más transversales. Cubren áreas como envases y etiquetas inteligentes, ingredientes y biomarcadores para la nutrición saludable, nutricosmética, canales digitales, nutrición personalizada y funcional, control de plagas, upcycling o valorización de subproductos, predicción de demanda, alternativas a la sal, robotización y automatización, aprovechamiento energético, trazabilidad. (Ver listado completo de retos)
¿Qué características deben tener esos proyectos o esos emprendedores?
Buscamos soluciones que estén lo más adaptadas posible a las necesidades específicas del grupo de inversores, o que tengan capacidad -y disposición- de adaptarse a la industria alimentaria en las condiciones que hemos definido. Que estén abiertos a probar su conocimiento en el sector alimentario, aunque inicialmente se haya desarrollado para otro sector. Y nuestra labor precisamente es financiar esta validación en forma de prueba de concepto. Si la propuesta es técnicamente viable, buscamos la capacidad de validar esa prueba de concepto en condiciones reales. Si es una startup, esperamos que tenga la flexibilidad para adaptarse a lo que el industrial necesita y esa capacidad de ejecución y crecimiento, para lo que también cuentan con nuestro apoyo financiero, mediante la inversión en equity o préstamos participativos.
Financiamos la validación en forma de prueba de concepto, o la capacidad de ejecución y crecimiento
Esta es la segunda convocatoria, ¿Cuáles han sido los resultados de la primera?
De los 37 seleccionados en la primera convocatoria, estamos todavía validando unas diez propuestas, y en tres de ellos ya hemos invertido. Se trata de una startup que comercializa productos procedentes de proteína vegetal, una iniciativa de snacks a partir de subproductos de la industria (upcycling) y un aditivo para el packaging capaz de alargar la vida útil y controlar los patógenos (listeria) en un producto. El resto de proyectos están en fase de validación y definición con el CSIC y o los centros tecnológicos y universidades.
Con la experiencia de estas dos ediciones, ¿cuál es tu impresión del entorno de innovación en agrifoodtech en España?
Creo que tenemos alta capacidad de generación de conocimiento con alto impacto científico, este conocimiento es reconocido internacionalmente, con rigor y profundidad. Sin embargo, los recursos destinados difícilmente se retornan vía innovación. Esto significa que hay que optimizar el ecosistema de generación de conocimiento para adaptarla a la realidad de la industria. Para que este modelo se consiga hacen falta más agentes y fondos en estas etapas de alto riesgo. Hay unas 3.000 empresas alimentarias en nuestro país a las que habría que facilitar el acceso a ese conocimiento. Tengo una visión muy positiva, aunque creo que hay mucho trabajo por hacer.
Nos faltan instrumentos para que el conocimiento llegue a la industria y genere riqueza e impacto positivo
¿Está nuestro país al nivel que le corresponde, dado el peso del sector agrifood en nuestra economía?
Como digo, si hablamos de investigación, sí, estamos los primeros del mundo. En el lugar 11º según (SJR international science ranking[1]). Pero si hablamos de como se transforma en la industria, nuestra posición cae al puesto 40º. Nos faltan instrumentos para que el conocimiento llegue a la industria y genere riqueza e impacto positivo. Y ahí es donde nosotros queremos poner nuestro granito de arena.
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