Optimizar y aprovechar los recursos naturales siempre es un reto en cualquier empresa. En la industria agroalimentaria, hoy en día lo es más por el contexto económico que vivimos, marcado por el aumento de costes en materias primas y energía. Además, las administraciones y los organismos internaciones están intensificando sus mensajes y la legislación en torno a la reducción del desperdicio.
La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible establece “el objetivo de lograr una reducción del 50% de los residuos alimentarios per cápita y una reducción del 20% de las pérdidas de alimentos a lo largo de las cadenas de producción y suministro para 2030 respecto a 2020”.
La reducción del desperdicio es pues un importante caballo de batalla para la industria agroalimentaria. Pero, ¿cómo pueden abordar las empresas el reto de disminuirlo? Desde CNTA, vemos dos líneas claras para trabajar en superar este desafío. Por un lado, la prevención y, por otro, la transformación de los subproductos orientada al consumo humano.
¿En qué consisten cada una de estas dos estrategias?
Por prevención, nos referimos a actuaciones concretas en determinadas fases del proceso productivo que tengan el objetivo de que el desperdicio no llegue a producirse.
Un ejemplo claro es el aumento de vida útil de los alimentos, una línea de trabajo que hoy en día ya está presente en la industria agroalimentaria gracias a la aplicación de nuevas tecnologías de conservación como las altas presiones hidrostáticas o la luz ultravioleta. Su implementación en productos como zumos o bebidas a base de frutas no solo permite alargar su vida útil y su disponibilidad en el tiempo para ser consumidos, sino también preservar sus cualidades nutricionales y organolépticas. En el primer caso, ya existen ejemplos reales de estos productos tratados con dicha tecnología que están disponibles para el consumidor.
También podemos prevenir optimizando nuestro proceso productivo. En concreto, aplicando el concepto de Calidad y Seguridad Alimentaria 4.0: usando tecnologías no destructivas de control rápido y en línea de parámetros de calidad y seguridad alimentaria como el NIR o la imagen hiperespectral, combinadas con el tratamiento avanzado de datos. Su implementación nos permite tomar decisiones en tiempo real basadas en datos que nos ayudan a prevenir la generación de desperdicio en las líneas de producción de alimentos. Algunas empresas ya han empezado a testar los beneficios de la Calidad y Seguridad Alimentaria 4.0, en sus propias líneas de producción, y estamos convencidos de que este concepto será clave en el futuro de la industria agroalimentaria.
Si no es posible prevenir, podemos transformar los subproductos que generemos en nuestro proceso y retornarlos a la cadena alimentaria, contribuyendo así a la economía circular. Ese sería el siguiente nivel.
Pero, ¿cómo de complejo es abordar la transformación de subproductos? ¿Qué conocimientos o capacidades necesito si quiero hacerlo en mi empresa? Antes de nada, debemos evaluar el potencial que tiene nuestro subproducto para ser reutilizado. Si tenemos una evaluación favorable, estamos de suerte. Al igual que en el caso de la prevención, existen tecnologías relativamente accesibles que ya se están aplicando en casos reales de éxito y que van a permitirnos realizar esa transformación.
Hablamos, por ejemplo, de reformular un producto como el hummus sustituyendo el garbanzo por destríos de legumbres sin que pierda sabor, textura y apariencia. O de producir una crema de verduras utilizando tallos, hojas o migas de brócoli, subproductos que de otra forma no habrían sido aprovechados para consumo humano.
Estos productos, que en las tendencias de mercado adquieren el adjetivo anglosajón ‘upcycled’, son cada vez más habituales y, por ejemplo, cuentan con una certificación específica en países como Estados Unidos. Son alimentos que, pese a haberse fabricado con ingredientes en principio descartados, mantienen los estándares de calidad y de seguridad alimentaria para el consumidor.
Por otro lado, no podemos olvidarnos del potencial que ofrece para la industria agroalimentaria una tecnología como la fermentación. En sus distintas variantes (tradicional, de biomasa, de precisión…), ya está permitiendo el aprovechamiento de subproductos como sustrato para microorganismos a la hora de producir análogos veganos de queso o de hamburguesa, entre otros. Se trata de desarrollos que, poco a poco, están aumentando su disponibilidad comercial y permitiendo el aprovechamiento de subproductos en la propia cadena alimentaria.
La presencia ya en el mercado de ejemplos y una amplia gama de tecnologías disponibles para mejorar la prevención y conseguir una transformación eficiente de los subproductos agroalimentarios, nos demuestran que son estrategias viables para abordar el gran reto de reducir el desperdicio alimentario, asegurando así el suministro de alimentos mediante un uso más eficiente de los recursos agroalimentarios disponibles en el planeta.