En los últimos cuatro años, 2’1 millones de españoles han engrosado las filas del movimiento veggie, que ya cuenta con 5’1 millones de practicantes. Es decir, un 13% de la población de nuestro país -frente al 8% de 2017- ha decidido modificar su alimentación hacia una dieta compuesta principalmente por vegetales, tal y como explica el estudio de Lantern publicado esta misma semana.
The Economist también se ha hecho eco estos días de esta tendencia, reflejada en el interés de británicos, norteamericanos, alemanes y japoneses por localizar restaurantes veganos, disparada especialmente en los últimos cinco años.
Esta semana estamos asistiendo al primer encuentro específicamente dedicado a la industria plant-based, Veggie2Business, aquella que busca alternativas a los productos de origen animal -carne, pescado, huevos, lácteos…- a partir de proteínas e ingredientes de origen vegetal.
Tres pistas que nos vienen a confirmar la potencia de este movimiento y el potencial de esta industria, impulsada por ingentes cantidades de fondos de parte de inversores ávidos por aprovechar esta oportunidad de negocio, y que aceleran la innovación en el sector. La más reciente, anunciada por el propio Gobierno de Dinamarca.
Los drivers de esta tendencia se repiten constantemente: preocupación por la salud, el medioambiente y el bienestar animal. Catalizados por las citadas inversiones, el avance de las técnicas y tecnologías que la habilitan, y el creciente ecosistema de startupus dedicadas a innovar en los diferentes segmentos de esta nueva cadena de valor, que además, colabora y se agrupa para poner en valor su contribución y defender los intereses de esta ya imparable industria.
Pero también hay fuerzas de resistencia. Y son naturales.
En los talleres de innovación basados en el concepto y la metodología ExO (Organizaciones Exponenciales) solemos utilizar la historia de Kodak. La compañía que ha terminado pasando a la historia por guardar en un cajón el invento de la cámara digital que había desarrollado uno de sus ingenieros. Es el ejemplo paradigmático de lo que Salim Ismail* denominó “el sistema inmunitario” de las compañías, y que es el principal enemigo de la innovación disruptiva. Este “sistema inmunitario” reacciona de forma defensiva cuando percibe la innovación como una amenaza para el modelo de negocio presente de una organización.
El «sistema inmunitario» es el principal enemigo de la innovación disruptiva en una compañía… ¿y en un país?
Por este motivo, la metodología ExO propone que las empresas que deseen desarrollar iniciativas de innovación disruptiva, las coloquen fuera de la organización, en el borde (edge) con la suficiente autonomía para no verse afectadas por esa reacción natural. Interesantes ejemplos de esta visión en la industria alimentaria los encontramos en Zyrcular Foods, la división plant-based de Valls Companys o Innoventures, la aventura en pos de alternativas lácteas de Pascual.
En mi opinión, que este sistema inmunitario no es exclusivo de las empresas. Los países, incluso las organizaciones supranacionales como la UE, también pueden experimentar en su seno estas reacciones adversas, que tratan de poner freno a lo que se percibe como una amenaza antes que una oportunidad. En ocasiones, grupos de interés incumbentes, se afanan por acotar el avance de estas nuevas industrias. Y es importante que los países y los organismos internacionales responsables, sean conscientes lo que llamo “sistema-inmunitario-país”, e incorporarlo a un diagnóstico completo de la situación, buscando el equilibrio entre todos los legítimos intereses, la capacidad de innovación y la de creación de riqueza de todos los actores, y el interés de los consumidores. Como describe la conocida parábola india de los Ciegos y el Elefante, no es una serpiente, no es un pájaro, no es columna ni una pared, ni una cuerda… Es un elefante, y está en el centro de la habitación.
Lo cierto, es que las olas de cambio llegan y tenemos que decidir -como personas, como organizaciones, como país- si nos ponemos de espaldas a ellas hasta que nos den un revolcón, o si nos aupamos a ellas, e intentamos surfearlas para llegar más lejos. Hoy por hoy, la ola se llama: salud, medioambiente y bienestar animal. Pero los surferos saben que las olas no llegan solas, detrás está también el desarrollo como país, la competitividad, los trenes que pasan una vez, el empleo. Todos los esfuerzos encaminados a responder estas inquietudes, desde cualquier ángulo, serán bienvenidos por los consumidores, se llamen como se llamen.
*Salim Ismail es director ejecutivo fundador de Singularity University y autor principal de Exponential Organizations; además de emprendedor en serie, inversor, y estratega tecnológico.
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