La Estrategia Nacional de Alimentación (ENA), presentada recientemente por el MAPA señala como su propósito fundamental garantizar una autonomía estratégica abierta del sistema alimentario, actualmente afectado por un entorno de fuertes incertidumbres y cuatro retos fundamentales: el cambio climático, las tensiones geopolíticas, la seguridad de abastecimiento y la sostenibilidad. Este plan, se propone repensar el sistema alimentario bajo dos premisas, que pueden parecer contradictorias, pero en realidad son más que complementarias: adaptarse al siglo XXI y proteger el patrimonio actual. Para ello, el plan combina medidas orientadas a la optimización con otras más abiertas a una innovación de frontera y vanguardista. Y se apoya en 7 pilares:
- Garantizar el abastecimiento estratégico de alimentos
- Promover la sostenibilidad del sistema alimentario
- Articular un sistema integral, sostenible, y competitivo, adaptado al cambio climático y arraigado en el territorio.
- Fortalecer las áreas rurales y costeras
- Fomentar la alimentación saludable y de calidad
- Impulsar la innovación y la tecnología
- Estimular la transparencia y la accesibilidad de la información.
Vamos a fijarnos especialmente en el pilar dedicado a la innovación para destacar algunos de sus aspectos más relevantes.
Innovación en alimentos
Una transformación -no solo digital- considerada estratégica para mejorar la productividad y la competitividad, la seguridad alimentaria, la eficiencia y la resiliencia. En la cual me parece especialmente interesante que se subraye la necesidad de generar patentes y derechos propiedad industrial que impulsen el interés inversor (algo que echan de menos los inversores que buscan oportunidades en nuestro país), y el papel crucial de la biotecnología y las nuevas técnicas genómicas (NTGs), cuya actualización normativa a nivel europeo ha sido apoyada por la presente administración, aunque todavía está en el aire.
En lo referente a nuevos alimentos, la ENA habla en primer lugar de promover la innovación y el desarrollo de nuevos alimentos e ingredientes, “que respondan a las demandas cambiantes de los consumidores”, incluidas fuentes de proteínas alternativas y reformulaciones a base de análogos protéicos, microalgas, insectos, hongos etc. Daría para un debate si existe realmente una demanda del consumidor de este tipo de productos, o si los drivers hay que buscarlos en el desarrollo tecnológico, los desafíos de sostenibilidad y seguridad alimentaria o la oportunidad de crear un mercado nuevo… Pero, al menos, están ahí.
El reconocimiento del papel del “alimento como medicina” y la prevención también tienen un hueco en este plan que incluye el impulso a los alimentos funcionales y la nutrición personalizada.
En el ámbito de los procesos productivos, la ENA abraza y promete promover la innovación y la inversión en las metodologías de última generación basadas en biotecnología (del cultivo celular a la agricultura molecular) así como la IA y la robótica. Un impulso que está en línea, por ejemplo, con la Ley de Bioeconomía impulsada por Joe Biden en EEUU y que, de momento, no se ha cancelado por la nueva administración. Aunque quizá registre algunas modificaciones en sus prioridades, como nos aputaba Bill Aimutis, co-CEO del Bezos Sustainable Protein Center.
La ENA no se olvida de la innovación en materia de distribución y comercialización, aunque es mucho más vaga en este aspecto, siendo, como es, un segmento estratégico en ese propósito de autonomía.
Digitalización
Más allá de fomentar la adopción de herramientas de tecnología digital (IA, robótica, IoT, blockchain…) es relevante que el la ENA hable de la necesidad de formación y de impulsar nuevos modelos de negocio en el campo de la agricultura y ganadería inteligente y la industria 4.0. Diría que la formación tendría que ser un capítulo transversal al todo el plan que responda a la pregunta, ¿disponemos actualmente de los perfiles y los skill-sets (hard y soft) necesarios para poner en marcha este plan? Y si no, ¿qué vamos a hacer al respecto? ¿Es necesario incluir a la Administración y actores de educación en este diálogo…?
Transferencia de conocimiento
Los programas de innovación abierta, los AKIs y las redes de centros de conocimiento y hubs de innovación y digitalización son los protagonistas de un capítulo que busca fortalecer la colaboración y las relaciones entre agentes, operadores, empresas tecnológicas e investigadores. En innovación abierta ya hemos visto apuestas del MAPA en programas como FoodTech Challengers (CNTA) y StartBEC (AINIA). Sin embargo, este es otro de los “elefantes en la habitación” que se repite en todos los foros cuando nos comparamos con otros hubs de innovación como Israel o EEUU. Si queremos que España sea un referente en innovación alimentaria, este es uno de los eslabones débiles a trabajar, muy relacionado con los de la propiedad industrial y del talento mencionados anteriormente. Tendremos que esperar al desarrollo de estos puntos para ver medidas o iniciativas concretas. Entre tanto, podemos consultar “Horizonte 2035: Hoja de ruta para el impulso de la innovación en la industria alimentaria”, elaborado por Eatex, cuyo objetivo precisamente es mejorar la transferencia tecnológica desde los centros de I+D al sector agroalimentario.
Inversión y regulación
Destacamos especialmente en este apartado de la ENA dedicado al fomento de la inversión y financiación tanto de la innovación “eco-eficiente” como la disruptiva, incluyendo la propuesta de crear un fondo de inversión-público privado para proyectos relacionados con la sostenibilidad y la digitalización. De nuevo, el “elefante en la habitación”, el escalado, tiene su reflejo en esta estrategia con el fomento de iniciativas que favorecen la llegada a mercado de la innovación (compra pública a empresas agrifood tech con inversión en I+D+i) y el fomento de parques agrifood de uso compartido, al estilo de los que estamos viendo en Cataluña, en Países Bajos o en EEUU. Más allá de los fondos y las infraestructuras, el quid de la cuestión estará en encontrar el modelo colaborativo entre las partes, y las fórmulas de apoyo financiero, industrial y de negocio.
Por supuesto, hay muchos más aspectos que se cruzan con el mundo agrifoodtech, como la información al consumidor o el etiquetado, aunque, en este artículo hemos querido priorizar este desafío 5 de innovación.
Próximos pasos
Puesto que no se ha definido una dotación presupuestaria específica, el siguiente paso será aterrizar estas líneas de actuación en medidas concretas y encontrar la forma de financiarlas. Otros aspectos a seguir son cómo sintonizar la mención a prohibir determinadas denominaciones de análogos plant-based con las regulaciones y decisiones de los tribunales europeos en sentido contrario (además de la opinión de la industria afectada); o cómo se conformará ese fondo de inversión público privado y cómo se concretará su tésis de inversión (qué categorías, qué tipo de innovación, en qué fases, con qué retorno esperado…). También cómo establecer esas líneas de colaboración con todos los agentes que se mencionan en el plan, incorporar una visión europea, y -sobre todo- hacer que los engranajes se muevan, que las cosas sucedan, independientemente de los ámbitos competenciales o de los cambios políticos que se vayan sucediendo. En cualquier caso, más que bienvenido un plan ambicioso, estratégico y con una visión de país.