El boom de inversión en foodtech de 2021 era algo difícil de mantener y no podía considerarse el inicio de unos “nuevos locos años 20”, tal y como ha confirmado el reciente informe de AgFunder y que sitúa la corrección en un -44%. Un contexto en contra, marcado por la inflación, la guerra y las tensiones geopolíticas, junto a unas posiciones más realistas del mundo inversor y la ausencia -quizá por ello- de megarondas como las vividas en 2021, han sido los factores desencadenantes de este frenazo.
Si comparamos con las cifras de España, podemos encontrar una situación semejante. La inversión de €495 millones de 2021, no se ha replicado. Pero si eliminamos el efecto de las megarondas de Glovo, la evolución subyacente señala un digno crecimiento del 9’8%, que refleja de forma más realista la evolución del conjunto del ecosistema. Con $286’5 millones de inversión en foodtech, nuestro país se sitúa por debajo de los cinco primeros clasificados, en una tabla liderada por Reino Unido con $1.400 millones y una Francia que en 2022 ha crecido un 39% y ha alcanzado los 1.300 millones de inversión.
Precisamente el país vecino ha sido junto a Noruega (+20% – $378 millones), los únicos países de esta lista que crecen, y además notablemente.
Estas cifras nos inspiran algunas reflexiones:
- Vivimos en un momento de volatilidad y alta sensibilidad a los factores y disrupciones externas como las descritas, donde no podemos dar nada por supuesto. Ni siquiera los puestos en el ranking de inversión foodtech.
- Todavía hay una gran dependencia de las grandes operaciones para que un país o una región gane o baje posiciones. (España se situó en quinta posición en 2021 con 695 millones, de los cuales 450 correspondieron a las megarondas de Glovo). O, si lo vemos de otra forma, es necesario un crecimiento equilibrado en diferentes categorías de la cadena de valor para evolucionar de forma consistente todo un ecosistema, desde las fases más tempranas a las más maduras. Como vemos en mercados que lideran la inversión como el Reino Unido, por ejemplo, que se ha mantenido prácticamente plano en 2022.
- La diferencia sustancial con los líderes de cabeza (en Europa), que casi triplican al tercero, conforma una suerte de competición con tres ligas diferentes (>1.000, >500 y >200 millones, por ejemplo).
- Siguiendo con el símil futbolístico… ¿En qué liga quiere jugar España, y qué debe hacer para clasificarse? ¿Es suficiente ese casi 10% de crecimiento para a jugar en Primera? ¿Tenemos posibilidades de aspirar a puestos de Champions?
- Es imprescindible seguir generando cantera en todas las categorías de foodtech. Pero tanto como favorecer el escalado y la maduración de los proyectos. En 2022 ya se empezó a ver, con un 20% más de rondas de series A. ¿Es suficiente? ¿Qué estamos haciendo al respecto? ¿A quién corresponde?
- La desglobalización, el interés por la soberanía alimentaria y el abastecimiento local son tendencias al alza que van a favorecer la industria foodtech. Como reza un recomendable artículo, el engranaje de las cadenas de suministro se ha gripado, y la mentalidad empresarial -y pública- ha cambiado, de producir en el rincón más barato al más fiable. Quizá debamos hablar -como indica Alejandro Werner, ex directivo del FMI y hoy profesor en Georgetown, de una globalización regionalizada. En cualquier caso, nos brinda atractivas oportunidades como país.
Parece que 2022 va a ser el año del reset en lo que a inversión en foodtech se refiere. Pero este reajuste no impedirá que sigan pasando cosas interesantes en esta industria en forma de inversión, regulación o de innovación. ¿O acaso esperábamos acoger la producción de proteínas en crisálidas a modo de bioreactores en el club de las tecnologías alt-food (plant-based, fermentación, cell-based), y además en el mismísimo Bilbao? Permanezcamos atentos, ágiles y flexibles. Quizá la inversión se ha tomado un respiro, pero el futuro no.